miércoles, 11 de enero de 2012

Cuidado con lo que deseas...

¿Qué pasa cuando rebuscas por ahí y te pones a leer papelitos propios? Pues que encuentras cosas como estas, cosas que escribiste una tarde de aburrimiento o, en mi caso, una tarde de aburrimiento en un tren que viajaba hacia Asturias. Queeeee lo disfrutéis;)


¡Plas!
Siento cómo mi cuerpo choca contra algo y cae al suelo. Algo familiar se extiende por mis piernas. Ah, sí. Dolor.
¿Qué estaba yo haciendo? Corría, creo. Sí, corría, a toda velocidad. ¿Dónde? No sé. Solo recuerdo que era... monótono. No recuerdo que mis pies pisaran algo distinto jamás. Una y otra vez, lo mismo se repetía, sin descanso. ¡Qué aburrimiento!
Me encuentro aturdida. Hacía tiempo que no paraba de correr y el golpe me ha dejado trastocada. Demasiado repentino, me reprocha mi cabeza doliente.
Por fin, me decido a mirar hacia el frente. La incredulidad me abofetea, ¡no hay nada!

...¿o sí?
Poco a poco, con mucha dificultad (pero mucha), me levanto, confusa.
Siento la necesidad de alzar las manos, pero me da miedo. Bah, qué demonios..
Busco mis brazos y estos, obedientes, responde a mi llamada. Los estiro hacia delante a la par que extiendo mis manos y desengarroto mis dedos, dejando las palmas al aire. Busco a ciegas en la nada, y al fin palpo algo frío. Y suave. Y... transparente.
Vaya mierda, me dice mi voz interior, y yo le doy la razón.
Pero de pronto, algo se activa en mi interior, más o menos en mi cerebro, y creo que casi puedo escuchar un clic imaginario en mi mente. Mis ojos, mi mirada, cambian, y el temor desaparece.
Veo. Veo a travñes de esa pared contra la que choqué. Veo... maravillas. Nada físico. Creo que puedo sentir con la mirada. Veo alegría, veo experiencias nuevas, veo esperanza. Tentaciones, belleza, promesas. Hay algo que me grita ¡ven! al otro lado.
De pronto,  mis manos, que seguían apoyadas sobre el muro, se hunden en este. Se ha vuelto incorpóreo, casi vaporoso, y  me permite pasar.

Creo que hasta puedo ya escuchar con más nitidez esa llamada seductora del otro lado. El deseo de atravesarlo por completo se hace más fuerte, y pronto vence a las dudas y el miedo. Mis piernas cobran vida y actúan, y pronto, antes de que me pueda dar cuenta, he traspasado la pared y me encuentro en aquel mundo nuevo que tanto promete.
Es... indescriptible, me digo a mí misma. Doy vueltas y vueltas sobre mi propio eje, lo observo todo, y todo gira a mi alrededor. <<¡Increíble!>>, exclamo, maravillada y llena de asombro.
Mis cinco sentidos son puestos a prueba de las maneras más deliciosas, y hasta creo que hay un sexto que comiento a experimentar por vez primera. Y me gusta.

Pero, de repente, todo cambia. No, espera, todo lo bueno sigue ahí, de la misma manera que antes, soy yo la que ha cambiado. Noto cómo ese mundo bello que giraba a mi alrededor, se estrecha y me agobia, y me falta el aire. Quiero escapar. No, necesito escapar. Busco desesperadamente el muro que traspasé, pero, oh estúpida, ¡es invisible! ¿no lo recuerdas? Mierda, mierda.
Comienzo a correr hacia todos lados, dando palos de ciego. Lloro de angustia. Quiero irme de aquí.
Al fin, igual que al principio, choco de nuevo contra el muro, y esta vez me cuesta bastante más que este me permita la entrada hacia su otro lado. Le suplico entre lágrimas que me deje pasar, y acaba cediendo. Jadeando por las prisas, caigo hacia donde estaba antes y beso y acaricio aquel suelo que antes desprecié.


Ten cuidado con lo que deseas, me dice una voz lejana. Porque puede hacerse realidad.